POR ALEJANDRO MUÑOZ (La escribí hace un par de años, pero como veo que da vueltas por todo internet y nadie me da el crédito, la vuelvo a publicar, ja...)
El fútbol de ascenso es una filosofía de vida. Te levantás temprano, viajás con la
almohada pegada en la cara, te juntás con tus compañeros/amigos todos los días
a la misma hora. Bancás al que se durmió, jode el que por una vez se levantó
con pilas. Compartís el vestuario, ¿Qué hiciste ayer? ¿Salimos el finde? .A veces con la ropa del club,
a veces con tu propia pilcha, con las zapatillas arruinadas, que en algún momento fueron de salida,
enfilás para la cancha.
Calor, mosquitos, frío, lluvia. No interesa, arranca un día nuevo, con el profe
mandándote a correr y con las caras un poquito más despiertas. Sentís como la
escarcha del invierno se te va metiendo por los pies. Pero ya estás ahí,
elongás, estirás, ¿en qué pensamos cuándo elongamos?, siempre nos colgamos en
ese momento, y nos acordamos de algo: o de los pibes, tus amigos del barrio,
que todavía deben estar durmiendo por la joda de anoche. O en tu novia, que
ayer te refregó en la cara que no pasan mucho tiempo juntos. O en los quilombos
que hay en tu casa, que los viejos se pelean, que la guita no alcanza…hasta que
volvés a la tierra cuando el profe te caga a pedos porque estabas elongando
posteriores y todos ya estaban por los cuadríceps.
No debe haber nada más feo que hacer pasadas. De 200, de 300, de 400, de lo que
sea. Las hacés y siempre perdés la cuenta, y le querés robar una al profe, que
muy de vez en cuando te la deja pasar. Y te sentís orgulloso, llegás a la
última pasada, sin una gota de aire, pero dejás la vida y la terminás. ¿Qué
carajo hago acá, 15 de enero, mientras están todos de vacaciones y yo haciendo
un Yo-Yo test? Estoy loco. Pero es la pretemporada. Y hay que hacerla.
El técnico empieza a repartir las pecheras.Y suspirás profundo, esperando que te
toque la de los titulares. Si te toca, pensás: “Hoy la rompo”. Si no te toca,
enseguida por dentro te brota el “¿otra vez este forro no me va a poner?,
termina la práctica y lo encaro”. Y termina la práctica y ya estás pensando en
tu trabajo, en tu laburo, en llegar a casa, saludar a la vieja, comer algo y
arrancar a ganarse el mango.
Pero para llegar a casa todavía falta un rato. Elongás, jodés con los pibes, y
llegás al vestuario y el agua está fría. Y anda una ducha sola. Respirás
profundo, le metés onda, y te bañas igual, no importa la gripe que se viene, no
importa nada. Una nueva práctica terminó.
El viaje de vuelta generalmente se hace eterno. Pensás otra vez en todo lo que
pensabas mientras elongabas, y le agregás la calentura porque no te pusieron y
la bronca porque el agua estaba fría. Pero no importa, vos le das para adelante.
Y sentís que estás haciendo lo correcto. Que ya va a llegar la chance. Que te van
a ver, que vas a vivir de esto. Y te perdés un quince porque al otro día jugás
contra el último y tu equipo anda por la mitad de la tabla. Y dormís
tensionado, pensando en las jugadas del día siguiente. Y no vas a bailar, “dale
maricón, veni y te vas más temprano”, te dicen. Pero no. Vos a dormir. Y al
otro día te va para el orto y querés largar todo, y decís “para qué carajo
estoy acá”. Pero seguís, le das para adelante igual. El lunes estás entrenando
otra vez. Y por ahí tenés la mala leche de caer cinco minutos tarde, y el
técnico, como nunca, está encerrado en el vestuario cagando a pedos a tus compañeros,
y vos caés con el bolsito, y todos te miran, y los dardos te caen a vos.
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“Che, esta cancha es un desastre”
“esta pelota está arruinada, ¿no hay otra?”
“Profe, ¿Qué vamos a hacer hoy?
“¿Cuántas vueltas son?”
“Elonguen muchachos”
“El sábado hay que ganar”
“Che,esta semana no pagan viste, la otra por ahí”
“17,18,19,20!!!! Patada.”
Frases. Se escuchan muy seguido en las prácticas. Demasiado seguido. Son parte de esta
filosofía llamada fútbol, el fútbol del ascenso. El que está lejos de las luces
de primera. Ese fútbol donde no hay agua caliente, no hay ropa limpia, no hay
contratos millonarios. Y sobra pasión, sobran huevos. Y nadie que no lo haya
vivido alguna vez te mira con ganas de reírse, pensando “¿este gil que hace
perdiendo el tiempo?”. Pobres, no tienen ni idea lo que es gritar un gol y que
cientos de tipos se abracen en una tribuna de madera, con tu familia saltando y
gritando, sabiendo que les alegrás la semana. No tienen idea qué se siente en
el minuto previo a entrar a la cancha, ese momento donde todos tus compañeros
te saludan, pegás un grito de guerra y salis a la cancha con ganas de comerte
a los rivales. No tienen idea lo lindo que es jugar un día de lluvia, que te
caguen a patadas, chocar, saltar a cabecear. Y se te ríen, “¿y cuándo vas a
jugar en Boca?”.
Pero a vos no te importa. Le das para adelante.
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